En
algún momento de la vida, todas las personas se habrán preguntado esto; y, actualmente, sigue sin haber una respuesta
concreta. Por eso, cientos de científicos y
pensadores acudieron a la reunión del sitio Edge.org para buscar una
solución a esta incógnita. En este
informe, se presentarán algunas de las respuestas dadas en esta
reunión.
Federico
Kukso, un periodista científico, plantea que las herramientas (puede ser desde un lápiz hasta un celular) modifican al
hombre. Solemos pensar que nosotros las controlamos,
pero pasa lo contrario: ellas nos controlan a nosotros. El hombre crea la herramienta y esta impone una concepción
del mundo y determina nuestra forma de
pensar. Un ejemplo es la imprenta, debido a que, cuando se inventó, la
mayoría de las personas empezaron a leer
de forma lineal, lo que provocó que usáramos hoy en día este formato ordenado. También expresa que el ser
humano posee una “caja de herramientas”
mental, que varía con la época en la que vivimos. Por eso, finaliza su idea
respondiendo que, para pensar mejor,
tenemos que usar nuestras herramientas conscientemente, no ser dominados por ellas.
Douglas Ruskroff
plantea algo parecido a Kukso pero con la tecnología y con los medio de comunicación. El ser humano piensa
que estos son neutrales y que somos
capaces de utilizarlos a gusto. No obstante, nos hacen incapaces de
desarrollar cualquier tipo de control
sobre estas innovaciones. El ejemplo que cita el autor es con un IPad que, en lugar
de crear contenido, nos impulsa a
comprar aplicaciones. Por eso, tenemos que ser
conscientes de que estos expresan algo de su interés y que tenemos que
ser capaces de crear argumentos,
hipótesis y/o discurso propio y no repetir lo que ellos dicen sin pensarlo. Poder ser capaces de elegir lo que
es útil y lo que no lo es, lo que nos gusta y lo que no, para no ser dominados.
Por
otro lado, Kevin Kelly y Roger Schank plantean ideas parecidas. Actualmente la
sociedad estableció que cometer errores conduce a la desgracia y,
gracias a esta creencia, tenemos miedo
de experimentar; y que la experimentción es
solo para los
científicos. Sin embargo, es todo lo contrario: el fracaso no significa
el fin, sino que es parte de la enseñanza y, si
no nos equivocamos, no aprendemos. Nosotros estamos experimentando todo
el tiempo, por lo tanto, estamos adquiriendo
conocimiento diariamente y, para llegar a una
conclusión, tenemos que comprobar varias teorías y haber fracasado antes.
Un infantil no nació sabiendo que el
fuego quema, sino que este tocó la llama de una vela para saberlo. Tenemos que aceptar el fracaso como una virtud
para aprender mejor ya que nos
animaríamos a experimentar más y a descubrir cosas nuevas.
Matt
Ridley cuenta que en la actualidad las personas piensan que la clave del éxito
es ser inteligente y sacarse buenas notas en la facultad. Estamos equivocados, tendemos a pensar eso
porque admiramos al “mejor”, pero la razón por la cual somos la raza predominante es por la inteligencia colectiva
y el trabajo colaborativo. Cuando se realiza
un descubrimiento científico, generalmente es logrado por un grupo de científicos.
Entender que la persona más brillante no es rival para el cerebro colectivo,
nos ayudaría a aprender mejor y a perder menos tiempo en el futuro.
Clifford
Pickover expresa una idea que aporta a la anterior: si vemos la historia
de los descubrimientos científicos,
podemos notar que la mayoría de los inventos en común ocurrieron en la misma época, en distintos
lugares. ¿Por qué ocurre esto? Ocurre debido a la necesidad que tenemos de
objetos nuevos e innovadores y por la
acumulación de información en una época específica.
Nicholas
Carr plantea que nuestro cerebro es capaz de retener siete “piezas” de
información al mismo tiempo. Si se supera esta “carga cognitiva”, la
información no se almacena como conocimiento, lo que causa “lagunas mentales”. Cuando
nos sobrecargamos, solemos distraernos más y nuestra capacidad de entender se desvanece.
Por eso, cuando estamos aprendiendo, debemos ver una fuente a la vez así
almacenamos mejor la información.
Don Tappscot cuenta que
nuestro cerebro es maleable y, depende de cómo lo usemos, cambia la capacidad y
tamaño del mismo. Por ejemplo, un taxista recuerda más las calles que el que no
lo es, ya que entrenó su mente para su trabajo. Y no es que ellos solo lo
pueden hacer, sino que todas las personas en el mundo pueden hacerlo.
Por último, Samuel
Barondes explica que el ser humano es idéntico pero a la vez distinto a los
demás. Somos iguales debido a que tenemos un mismo origen pero somos diferentes
porque vivimos con una familia, en una determinada vivienda, en un determinado
país con una determinada cultura, y cada uno tiene una visión distinta a las
demás.
Esta visión dual está tan
establecida en nuestra sociedad que parece obvia, pero no tenemos en cuenta la
importancia que tiene. Aunque no parezca, puede ayudarnos en nuestra vida
cotidiana y educativa, por ejemplo, una persona que sabe mucho de arte puede
ayudar a otra que sepa menos y este puede ofrecer a cambio sus conocimientos de
biología.
En conclusión, podríamos
mejorar mucho nuestra calidad de vida si tenemos en cuenta estas respuestas.
Solamente falta que se enseñe en espacios comunes (como en las casas o
instituciones) y ponerlas en práctica para que dé sus frutos en el futuro.
¡Excelente, Sofi!
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